El conflicto entre el interés público y las ventas redefine el rumbo del periodismo

Las decisiones editoriales ceden terreno a la lógica comercial y al reclamo del público objetivo.

El canon fundacional de la radio y la televisión brasileñas es un cúmulo de decretos y legislaciones escrito a lo largo de casi 70 años. Si se lee con optimismo, este conjunto confiere al periodismo un papel casi tan importante como el de los empresarios del sector. En 1941 entraba en antena el icónico Repórter Esso, que se consolidó como el principal noticiario del país, una especie de antepasado del Jornal Nacional.

¿Reportero qué? Esso. El informativo era un producto de la Standard Oil Company of Brazil y repetía en Brasil un modelo ya implantado en otros países (fueron 15): la agencia de publicidad McCann-Erickson supervisaba el contenido producido por la United Press Associations (actual United Press International, una de las webs de noticias más feas del mundo).

Es como si el Jornal Nacional se llamara Jornal do Nubank y sus directrices de redacción siguieran las órdenes del departamento comercial. Es decir, salvo por el nombre explícito, nada ha cambiado. O, mejor dicho, sí que ha cambiado un poco.

Allá por el 64, el entonces ministro de Justicia, Juracy Magalhães, le envió al director y redactor jefe de O Globo, Roberto Marinho, una lista de nombres que tenían prohibido aparecer en las noticias. A lo que Marinho respondió: «Ministro, haga usted una cosa: ustedes ocúpense de sus comunistas, que de mis comunistas ya me ocupo yo». Uno de los talentos más preciados de las redacciones competentes es la proximidad a la desobediencia; está claro que eso es un grano en el culo del alma para cualquier autoritario.

La tensión entre el departamento comercial y la redacción marca el tono rutinario de las razones por las que trabajan los periodistas. Una vez, en la radio, un anunciante sugirió un tema para la apertura del informativo: la inauguración de una exposición de réplicas de dinosaurios. Yo fui. Informé de lo que vi, entrevisté al dueño, pero a la agencia no le gustó y pidió mi cabeza antes de que yo volviera a la redacción. A la agencia la metieron en la nevera y estuvo seis meses sin salir en antena, salvo por las cuñas pagadas de las pausas publicitarias.

Este funcionamiento, sin embargo, parece cada vez más algo histórico. Un artefacto de un pasado glorioso en el que los dueños de las empresas periodísticas defendían a sus reporteros hasta las últimas consecuencias. En esa misma emisora donde me defendieron, nuestro director fue despedido a petición de unos diputados autonómicos de Paraná que se sintieron ofendidos por ser comparados con ladrones de gallinas (habían aprobado de madrugada una forma de ganar más dinero).

La contaminación del dinero en el periodismo pilló por sorpresa a todos los propietarios de medios y periodistas. Es un tema antiguo que los anuncios en internet redujeron drásticamente la cantidad de pasta que antes circulaba en la televisión. Pero internet trajo algo más, que es la posibilidad de que esos anuncios digitales se vean y reciban más clics cuando se insertan en noticias atractivas para el público.

A diferencia de un periodismo limitado por una ventana espacial —la pantalla del televisor— y por una ventana temporal —la duración del telediario—, en el que la selección de noticias debía priorizar los asuntos más importantes e, incluso, informar a disgusto, hoy lo que importa es el gusto del cliente.

Si el departamento comercial se impone al periodismo, como de hecho ocurre, se debe mimar al público al máximo para que compre más, de modo que el éxito en las ventas revierta en la emisora en forma de nuevos contratos. El precio impuesto al periodismo cuesta el periodismo entero. Todo esto golpeó con fuerza a la radiodifusión.

En Paraná, el telediario más visto a la hora de comer parece la Escolinha do Professor Raimundo. Y que nadie se atreva a decir, en su defensa, que es algo característico de ese horario. Aquí al lado, en Santa Catarina, no se hace algo tan ridículo, por no hablar de São Paulo. Por no mencionar el informativo de la mañana, en el que, y lo repetiré hasta que se entienda, el presentador anunció que el sol había salido en Cascavel.